miércoles, 30 de mayo de 2007

LA CARRETERA SINIESTRA (CUENTO)



La carretera siniestra

La noche se cernía sobre la ruta, un estado de indecisión y temor me invadía a cada instante, me parecía estar manejando a ciegas, a tientas manotee el mapa que llevaba desplegado en el asiento del acompañante de mi auto, y traté de divisar que ruta era la que estaba recorriendo, pero todo era tan confuso, ningún cartel me confirmaba la exactitud de mi destino. Para colmo de males mi radio estaba averiada, o bien no captaba ninguna estación porque la señal era muy baja, lo cual también me indicaba
que cada vez me estaba alejando más de la civilización.
Todo lo que divisaba a través de las ventanillas era negrura, unos altos cipreses bordeaban el camino y lo hacían más oscuro, más siniestro; ya hacia mas de ocho horas que estaba conduciendo, aunque había parado en dos ocasiones, para estirar las piernas, el sueño entorpecía mi tarea, pero por nada en el mundo detendría mi coche en este paraje tan desolado. Aunque cabecee varias veces, y creí haberme dormido, mis reflejos estaban atentos para que no lo hiciera, y como pude traté de seguir manejando.

Mi trayecto era largo, lo sabía cuando salí de Bay City, nunca había ido a visitar a este cliente, pero la enfermedad repentina de Roy, el viajante de esa zona, hizo que la empresa me solicitara que lo hiciera antes del fin de semana, por lo tanto sin pensarlo me embarqué en este viaje desconocido, pero a estas alturas y según el mapa ya debería haber llegado a mi destino.
Traté de comunicarme con la empresa desde mi celular, pero descubrí con profunda indignación que tenia la batería descargada, una vez más me maldije por haber tomado una decisión tan irresponsable y a las apuradas.
Lo peor de todo era si llegaría a tener el combustible suficiente para seguir transitando,
de pronto el vidrio se comenzó a mojar, descubrí que ya no podría pasarme nada peor, una precipitosa llovizna comenzó a caer, para después transformarse en una desagrada-
ble tormenta de viento, y agua. De vez en cuando el cielo chillaba, haciéndose escuchar con estrepitosos truenos que me sobresaltaban, apoderándose de mí el pánico; cuando aproveche la luz de un relámpago para tratar de divisar algo, aunque sea una vivienda o
o una estación de servicio, pero lo que vieron mis ojos fue algo espantoso; cuando quise tratar de detener el auto pisé un enorme charco de barro que lo hizo patinar, y cuando me di cuenta había arrollado la silueta blanca que se había cruzado en mí camino, el estruendo provocado por el cuerpo al caer sobre la parte delantera del coche y ser despedido a varios metros, provocó una desastrosa maniobra que me llevó a terminar estampada contra uno de los árboles allí existentes. Aterrada, sumida en un profundo llanto de dolor, me decía a mí misma que no podía ser posible, de donde salió esa persona? que hacia en la ruta desierta y a pie a esas horas? Respiré hondo varias veces, traté de relajarme y pensar bien las cosas, lo lógico era bajarme, tratar de socorrerla quizás aún estuviera viva. Un fuerte dolor me imposibilito pensar, me pasé la mano por la frente y descubrí que tenia un profundo corte del que emanaba a borbotones sangre, tomé los trapos con los que desempañaba los vidrios y con ellos me limpié un poco el rostro y los ojos para poder tener una visión de los que pasaba afuera.
Me armé de coraje y traté de abrir la puerta, la cual estaba trabada, por lo que hube de salir por la del acompañante, antes tomé una pequeña linterna que llevaba en la cartera, pero su luz era tan tenue que me servía poco de ayuda, pisando un terreno des-
conocido me fui acercando a lo parecía ser la persona atropellada.
Primero traté de escuchar si emitía algún sonido, después la toqué con temor con la punta de mi zapato tratando que se moviera, al no ser así me agaché sigilosamente para tomar su mano y tratar de ver si tenía pulso, y lo que pude ver con esa luz escasa fue horroroso, el cuerpo estaba sin cabeza, lo que quedaba de él eran pedazos de carne magullada con profundos cortes de los que había salido abundante sangre mezclada con el agua y el lodo del terreno, emití unos cuantos gritos de terror al ver ese espectáculo siniestro, la garganta se me cerraba, y creía que el pecho me estallaba de tanto dolor, de tanta indignación, me sentí una vil asesina, una basura .... Los problemas me habían superado; traté de recuperarme y empecé a buscar con la vista nublada por la sangre y el llanto en medio de la cortina de agua y viento el resto del cuerpo, pero todo era sombrío, confuso, siniestro... Me aproximé nuevamente al cuerpo para ver si tenia alguna identi-
ficaciòn, o quizás algo que me ayude a mí a salir de ese lugar, como un celular o las llaves de algún vehículo que estuviera en las inmediaciones, ya que el mío no estaba en condiciones de seguir el viaje, mi intención no era abandonarlo, pero sí irme de ese lugar y contar lo sucedido a la policía en el pueblo más próximo si lo hubiera.
Me agaché tratando de palpar las ropas para encontrar algún bolsillo, cuando sentí sobre mis brazos y luego sobre mis hombros, dos manos que me aprisionaban, me sacudían...
en ese momento creo haber perdido el conocimiento. Cuando desperté estaba sentada en mi auto estacionado en la banquina de la carretera y unas manos me sacudían a través de la ventanilla y observé adormilada aún, a una oficial de policía que me decía: Srta. está Ud. bien? le aconsejo que no prosiga el viaje en esas condiciones, se ha quedado Ud. dormida en la ruta!. Allí tomé conciencia que nada había ocurrido, solo había sido una horrenda pesadilla.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"...ningún cartel indicaba la exactitud de mi destino". Las únicas señalizaciones que indican nuestros destinos son aquellas que ponen "todas direcciones".

Graciela Zecca (TORMENT@) dijo...

Eliseo
hermosa frase, profunda, me gusta.
gracias por visitarme.
besos