viernes, 20 de abril de 2007

SIN OBSTACULOS (CUENTO)


Las ruedas de la pequeña bicicleta plateada se deslizaban vertiginosamente por el asfalto mojado, por la amplia avenida, se dirigía raudamente sorteando todo vehículo que se cruzaba a su paso, como una máquina devoradora del tiempo que avanza sin detenerse, como si quisiera dejar atrás el instante presente.
Sin cesar de pedalear, atravesó canteros, subiéndose en marcha contraria por la acera, atropellando y empujando a su paso a los pocos transeúntes que circulaban en esa mañana temprana y lluviosa; al llegar a la siguiente esquina dobló de tal manera que las cubiertas chillaron emitiendo un grito lastimero, como de dolor, para luego encaminarse por una minúscula callecita de arenisca y pedregullos que circundaba la entrada a un inmenso terreno baldío cubierto de matas de un altura mayor al metro y medio.
La bicicleta plateada se escabullía a través de la cortina de verde follaje, hasta llegar a un algarrobo añejo que presidía vigilante desde el centro mismo de todo el descampado; allí su dueño descendió y la dejo abandonada en el suelo; junto al árbol se erigía un montículo de ramas y hojas secas que formaban una especie de choza de escasa altura; sacó de adentro de la misma una mochila casi descolorida que contenía libros y ropas limpias. Comenzó a sacarse la vestimenta que llevaba puestas; la polera de lana, el pantalón y el gorro negro que le llegaba hasta la mitad de los ojos y las botas cuando intento doblar todo y colocarlo en una bolsa, descubrió que sus manos estaban manchadas con sangre, como toda la ropa.
Recordó la cuchilla en el bolsillo del pantalón guardada en su funda, la sacó y vio también que estaba sucia, se quedó perplejo mirándola como sí ese acero plomizo lo magnetizara, en ese preciso momento todo por su cabeza comenzó a darles vueltas y su estómago comenzó a regurgitar, devolviendo un líquido amarillento espumoso, sintió fuego en el estómago y la boca amarga como la hiel, se secó la transpiración con las ropas limpias y se vistió de colores mas vivaces, pero mas formal.
Limpio la cuchilla y la volvió a guardar en su funda, en el fondo de la mochila junto a la muda de ropa sucia que permanecía adentro de la bolsa, volvió a colocar todo adentro de la choza, al igual que la bicicleta a la que termino tapando con el follaje.
Reviso nuevamente cada uno de los movimientos realizados, cerciorándose de no olvidar nada afuera sin ocultar. Tomo los libros, se calzo la campera y una boina para protegerse de la tenue llovizna que caía en esos momentos. Se encamino con pasos sigilosos a través del terreno, para retomar el camino pedregoso.Se dio vueltas varias veces. Sentía una sensación extraña, como si lo estuvieran observando, pero comprobó que no había nadie. Así llego hasta una de las calles transversales y doblo a la izquierda, respiro tranquilo.
Estaba de nuevo en la urbe, donde con pasos ágiles trato de mezclarse entre los miles de transeúntes que ya circulaban.
La lluvia comenzó a caer con mas intensidad y el cielo plomizo vislumbraba que el resto del día permanecería igual.
Trato de mojarse la cara y ese frescor le llego hasta el alma, se sintió renacer. No había caminado mas que una cuadra cuando la patrulla policial intercepto su paso.
Otra vez la agitación, el sudor frió, el miedo, el remordimiento, cuando descubrió
que la mala maniobra se debía a un arrebatador que se escabullía entre la gente, y era el a quien perseguían.
Respiro aliviado, después de contener el aire varios minutos prosiguió su marcha, mientras se decía a si mismo – tienes que detenerte! Nunca mas, has llegado muy lejos.
La sensación amarga le volvió a la boca, entonces decidió entrar en un bar que encontró en el camino.
Mientras sorbía despacio su capuchino comenzó a mirar tras el inmenso ventanal, uno a uno los que iban y venían, los que trabajaban, los niños descalzos que abrían la puerta de los autos, los que se paraban en las esquinas de la avenida a pedir limosna, un minusválido con su silla de ruedas repartiendo estampitas.
Observaba y pensaba, estará bien lo que hacemos?. Y si los demás supieran?
De pronto una voz lo despertó de su ensueño: - Profesor! No va a clases?
Miro desconcertado buscando de donde provenía esa voz< y encontró a uno de sus alumnos, ya saliendo del local con la puerta entornada, como esperándolo para proseguir su camino.
- si, voy enseguida – respondió.
Tomo los libros, pago y se encamino hacia la puerta, mientras una voz en su interior le decía “y si tus alumnos se enteraran lo que haces por las noches?”
Con profundo pesar sonrió. “Es una causa justa, sabrán comprender”
Entonces volvió a sentir esa sensación de regocijo que solo le provocaba ayudar a los demás. Después de todo esos estancieros ni se darán cuenta que tienen una vaca menos, y cuanta carne repartimos a las familias hambrientas!. Si, porque no? Una vez mas!, pensó.
Y añoro la noche, sus compañeros, testigos y cómplices de sus locuras, o de una causa justa.
fin

TORMENT@

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