miércoles, 14 de febrero de 2007

EL VIAJE DE HESTIA - CUENTO - TORMENT@



El viaje de Hestia (Cuento)

Nací hace miles de años en un hogar desmembrado, nunca tuve una

verdadera familia. Mi padre Cronos, nunca nos quiso demasiado, ya

que era màs importante mantener su reinado, cuidándose las espal-

das de algún hijo traidor que pudiera usurparle el trono; se puede

decir que volví a nacer gracias a los artilugios de mi madre Rea y

de mi hermano Júpiter, sin ellos quien sabe sí los mortales hubie-

sen escuchado hablar de mí.


Me educaron para mantenerme casta y pura, para ser la custodia del

Fuego Sagrado de los hogares.

El fuego... que proporciona calor y cuece los alimentos para los hom-

bres, el fuego que también exige el sacrificio de los Dioses y que for

tálece la unidad familiar. El fuego con su poder purificador que borra

toda huella de corrupción, de lo impuro..


Me levantaron un templo donde todos me veneraban, a mis pies cele-

braban fiestas, acogían a los huéspedes, a los extranjeros, a los //

mendigos. Presencie matrimonios y bautismos; todos me vanaglo-

riaban, me amaban... pero yo jamás ofrecí mi cuerpo y mi alma a

ningún mortal o Dios que se cruzara en mi camino.


Viví carente de toda emoción, ni amor, ni odios, ni recuerdos...

Siempre solitaria velando por ese Fuego Sagrado que debía perma-

necer encendido, protector de los hogares, que ironía verdad? Sí

jamás tuve uno.


Cansada en este tiempo que me toco vivir, me recosté observando

el movimiento de las olas y me quedé dormida profundamente. Cuan-

do desperté el Fuego se estaba extinguiendo; enterado de tal des-

cuido mi hermano Júpiter, amo y señor de todo el Universo, decidió

castigarme de la forma más cruel, no le vasto flagelarme con cien

azotes, sino que me envío a vagar a otro mundo a otro tiempo..
.
Todos los Dioses se pusieron de acuerdo y lo ayudaron a cometer su

propósito, atravesé tormentas, infiernos, mares, océanos.... en un

vertiginoso torbellino que me arrastraba y me devoraba en su inte-

rior; todo paso tan rápido que no pude distinguir el tiempo transcurri-

do.

Todo me pareció un sueño imposible, pero allí estaba vagando por

unas calles oscuras, a mí paso encontré a un grupo de personas

que se calentaban alrededor de una fogata. Quizás esa era una señal;

seria ese mi fuego “sagrado” que debería cuidar?

Con cierta duda y temor me aproximé a ellos, de pronto de mi boca

salieron palabras inexplicables, no era mi idioma ni mi forma de /

hablar, me asusté mucho, pero creo que era el lenguaje adecuado

para comunicarme con ellos.


Al principio me miraban con cierto recelo, después decidieron ayudar-

me, me prestaron ropa abrigada, sacos, guantes y un gorro. Claro

mi ropa no era acorde a la de ellos y menos para esa época del

año. Mi fina túnica color blanco, y el velo que llevaba en la cabeza

dejaban entrever mi esbelta figura, por lo que me sentí perturbada

por las miradas que ocasionaba a mi paso, y escuche por lo bajo

que murmuraban a mis espaldas frases como:

- Pobrecilla se ha escapado de algún loquero!. Y otros acotaban:

- Aún no es tiempo de Hallowen, verdad?


Todo a lo que a mi entender no significaba nada, solo comentarios

que deducía que no eran gratificantes.


Me convidaron con una bebida caliente, y comencé a observarlos,

ellos vivían a la intemperie, se tapaban con papeles y cartones por la

noche, comían lo que podían rescatar de la basura que recogían de

la calle; vi en los ojos de estas personas mucha tristeza, mucho do-


lor, pero estaban juntos y unidos y se cuidaban entre sí. En realidad

después lo entendí, eran una gran familia y además tenían su propio

fuego. Por primera vez sentí caer por mis mejillas unas gotas de agua

que emanaban de mis ojos, por primera vez aprendí a tener senti-

mientos.... a sentir emociones.


Les dije cual era mi misión, así que les propuse velar por su fuego,

se negaron, era de ellos, compartirlo sí, adueñarme jamás. Ellos lo

compartían todo, su hambre, su dolor, su frío...


Con incertidumbre proseguí mi viaje dudando de mi misión, de mi /

destino... pero comprendí que estos pobres valoraban lo poco que

tenían y eran unidos. En cierta manera me sentí feliz. Ellos no me ne-

cesitaban.


Crucé caminos, calles alumbradas, grandes torres, llegué a una villa

de casas lujosas, muy iluminadas, con grandes terrenos custodiados

por feroces perros; llovía y tenia frió, cansada de tanto andar, co-

mencè a golpear puertas para conseguir cobijo. Pero todo era en

vano, solo conseguía la negativa de viles sirvientes que temerosos

me cerraban las puertas en la cara. Pensé...- estos mortales no co-

nocen la palabra Piedad-. Cuando ya me estaba por dar vencida, de

una pequeña casita me ofrecieron asilo. Eran jardineros trabajaban

para esas casas lujosas, me contaron de sus penurias de mucho tra-

bajo y poca paga por los servicios. Pero al menos tenían un techo,

comida, abrigo y un fuego encendido.


Tomé un baño caliente, comida y nuevos abrigos secos, cuando me

disponía a marcharme, me indicaron que me quedara a descansar

por lo menos esa noche, pero antes junto al leño nos reunimos a con-

versar, me contaron historias, historias que hubiese preferido nunca

haberlas sabido, me hablaron de engaños, de hogares destruidos, de

niños que vivían en hogares separados, que convivían con hermanos,

medio hermanos, padres postizos, que se pasaban muchas horas //

solos delante de un aparato que los bombardeaba con imágenes /

falsas; de belleza, de éxitos y de ídolos inventados a los cuales ado-

raban como a Dioses. Que se habían perdido los valores morales,

las personas valían por lo que poseían, que la educación no era prio-

ritaria, y que la mayoría vivía lleno de problemas que terminaban

tapando con grandes adicciones.


Cuando escuche todo eso creí desmoronarme, pensé...después

de tantos siglos y de tantos avances industriales, tecnológicos y de

grandes inventos, el mundo no difería en nada con aquel del que yo

venía; de grandes guerras, luchas de poder, intrigas, asesinatos, sin

moral, sin valores y a veces sin sentido.


Me dormí pensando en lo vivido, cuando desperté me encontré en

mi templo, vi mi fuego “Sagrado” encendido, y aún sucumbida en

tanto desconcierto nunca supe si todo aquello que había vivido era

un sueño o la más terrible de las pesadillas.

TORMENT@









No hay comentarios: